La adolescencia es un periodo en la vida de los seres
humanos que se extiende desde los 12 hasta los 18 años. Es una etapa de
transición entre la infancia y la edad adulta. En tan solo 6 años, el
aspecto de los adolescentes sufre un gran cambio, al igual que su
personalidad y su manera de relacionarse con los demás. Deben adaptarse a los
cambios rápidos que suceden en sus cuerpos y en su entorno, algo que no
siempre resulta sencillo.
En esta delicada época un problema parece un mundo
para el adolescente, que debe afrontarlo con unas herramientas que todavía
no están bien desarrolladas. La falta de conocimiento y experiencia para
desenvolverse en determinadas situaciones sociales hace que muchos adolescentes
den una importancia supina a su aspecto. Se podría resumir en una frase que
escuché a un paciente hace unos años: “Como no sé muy bien qué decir ni qué
hacer, dejo que mi aspecto hable por mí”.
Como los adolescentes suelen dar una gran importancia
a la imagen, cualquier aspecto que no sea el esperado podría suponer un
verdadero tsunami emocional. Y ésta es precisamente la época en la que más
cambios físicos se producen, algunos de los cuales no son agradables como el
acné o la calvicie.
La pérdida de pelo en adolescentes suele
comenzar a la vez que la pubertad: a los 13 años. Puede empezar con
síntomas como una excesiva seborrea, caspa o fragilidad capilar. Más tarde, el
pelo puede caer en abundancia en zonas concretas o quebrarse en exceso. Ante
los primeros síntomas, los jóvenes suelen empezar a preocuparse por el estado
de su cabellera.
Las personas que sufren de este problema podrían
desarrollar un estado ansioso general, ya que el origen de su problema, la
calvicie, siempre está presente. Esta ansiedad puede dispararse en situaciones
sociales en las que estén rodeados de otros iguales. En ellas, puede que
sientan que la gente examina su pelo y emite juicios sobre el estado de su
cabellera.
La piel es un órgano terriblemente sensible al estrés.
Cualquier preocupación podría hacer que salgan granos, su tono general se
apague y, cómo no, que el cabello caiga. Así que esta preocupación por lo
que puedan pensar los demás podría complicar la situación haciendo que el
pelo cayera con mayor facilidad.
Pero no es el único problema que podría causar esta
circunstancia. Para evitar estos picos de estrés en situaciones sociales, muchos
adolescentes evitan el encuentro con otras personas. De esta forma pueden
estar tranquilos, ya que no están sometidos al juicio de los otros. Pero esa
soledad hace que aspectos fundamentales que se han de aprender y desarrollar en
la adolescencia -como las habilidades sociales- no sean practicadas.
El adolescente evitativo aprenderá que la forma de
estar tranquilo y ‘solucionar’ los problemas es estando solo y no afrontando
situaciones en las que haya que relacionarse con los demás. Esto podría
desembocar en trastornos como la fobia social, que podrían marcar de forma
dramática la vida de una persona. Muchas veces, la fobia social está relacionada
con la depresión: la falta de un contacto auténtico y satisfactorio con los
demás podría afectar al equilibrio emocional de una persona.
La obsesión que pueda tener un adolescente por una
calvicie incipiente puede ser tratada por un psicólogo, pero también
debe ir acompañada de algún otro tipo de tratamiento cosmético o dermatológico
a base de productos específicos para reforzar la estructura del cabello. Por
ejemplo, champús con vitaminas, complementos específicos para el pelo a base
de L-Cistina o lociones tópicas con principios activos que retrasen el ciclo
capilar o tratamientos capilares en
clínicas especializadas.
Con este tratamiento, al que podríamos denominar de
dos frentes, el joven podrá por un lado saber manejarse en situaciones que
hasta ese momento le parecían incómodas, y por otro, comprobar cómo la
caída se ha frenado y que así, sus preocupaciones no tendrían una base real.
Fuente: tupelohabladeti